En principio, no mucho, salvo que… el evento duraba todo el día y nosotras, pobres mortales,

teníamos hambre.
En esa tesitura, deambulamos hasta llegar a un restaurante. Y oye, un ambiente acogedor, comida estupenda… Pero el postre.
El postre fue otra historia. Una delicia simple, pero sorprendente que al primer mordisquito, supe

tenía que ponerlo en práctica sí o sí.
Porque a mí me flipa un postre (de hecho cualquier postre en general 😉) espectacular.
Espectacular por llevar pocos ingredientes.
Espectacular por lo simple de su preparación.
Y, sobretodo, espectacular por su sabor.
Porque a mí, no se me habría ocurrido un detalle tan simple como el de macerar las fresas con zumo de limón.
Sí, sólo eso.
Pero ese pequeño truco fue el que marcó la diferencia y transformó las fresas en algo orgásmico.
¿Por qué?
1. El ácido del limón potencia el dulzor natural de los frutos rojos, creando un equilibrio perfecto.
2. Las frambuesas se vuelven más jugosas y melosas hasta que parecen mermelada.
3. Si añades azúcar, potencias ese jarabe. [Aunque si acostumbres a evitar este «alimento», añade glicina que aporta densidad nutricional además de un toque dulce].
4. El toque cítrico equilibra la intensidad de la fruta, haciendo el postre más ligero y refrescante.
5. El limón, actúa a modo de conservante, y mantiene la fruta fresca durante más tiempo
6. La acidez intensifica el rojo vibrante de las frambuesas, haciéndolas más apetecibles (no pongas esa cara que con la vista también se come 😁).
No te cuento más y te lo enseño. Eso sí, como no tenía fresas, tiré de frambuesas
Y así de fácil, tienes la excusa para prepararte este pedazo postre para san valentín (o para cualquier día del año).
Cuéntame qué te han parecido, suscríbete si no lo has hecho todavía, y te deseo un buen inicio de semana, pero antes de nada






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